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Tomillo y Romero

Como ya hemos comentado en nuestro post anterior, las especias constituyen un recurso excelente dentro de nuestra cocina. Nos permiten reducir el uso de la sal, sin renunciar al sabor y nos aportan otras propiedades de las propias plantas.

Hoy vamos a hablar de dos especias de marcado sabor mediterráneo (y autóctonas del sur de Europa y norte de África), que han formado parte de nuestra gastronomía desde tiempos de los griegos: el tomillo y el romero.

El romero, Rosmarinus, debe su nombre a la terminología latina ros-marinus: rocío del mar, relacionada con su frecuente asentamiento en zonas costeras, donde inunda el paisaje con sus pequeñas flores azuladas, como gotas de rocío que hubiera depositado el mar.

Prácticamente todas las culturas que han pasado por la península Ibérica han hecho uso de este arbusto con múltiples propiedades medicinales . Griegos y romanos la utilizaron en preparados y ungüentos, como ofrenda a sus dioses y en ceremonias de purificación de templos y hogares, quemando y ahumando las estancias. En la Edad Media continuó extendiéndose su uso, asociándose a los peregrinos (o romeros) por sus propiedades calmantes tras las duras marchas a pie.

En el aspecto culinario, se usan tanto las ramas como las hojas y aporta un sabor fresco y dulce. Al contrario que otras hierbas, no pierde su sabor cuando se cocina, y aporta un sabor interesante tanto a guisos de verdura, como a los de carne o pescado. Es también una hierba ideal para aromatizar aceites y vinagres, dejando macerar las hierbas en el aceite elegido.

En cuanto a sus propiedades, el romero es una hierba idónea para quienes sufren de digestiones pesadas. Tiene propiedades astringentes, ayuda a aliviar los gases intestinales y evita la aparición de hinchazón, reflujo, acidez estomacal… Es una planta interesante para la salud del hígado. Y también son conocidas sus propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas.

El romero, Rosmarinus, debe su nombre a la terminología latina ros-marinus: rocío del mar, relacionada con su frecuente asentamiento en zonas costeras, donde inunda el paisaje con sus pequeñas flores azuladas, como gotas de rocío que hubiera depositado el mar.
En el caso del tomillo, del que se conocen más de 300 variedades, su uso era también extendido ya en época del Antiguo Egipto (lo usaban como ungüento en embalsamamientos), para los griegos (lo usaban por sus propiedades antisépticas y para los dolores articulares) y los romanos (la incluían en las preparaciones de sus baños y en la cocina, aromatizando quesos, vinos y carnes).

En el caso del tomillo, del que se conocen más de 300 variedades, su uso era también extendido ya en época del Antiguo Egipto (lo usaban como ungüento en embalsamamientos), para los griegos (lo usaban por sus propiedades antisépticas y para los dolores articulares) y los romanos (la incluían en las preparaciones de sus baños y en la cocina, aromatizando quesos, vinos y carnes). En la Edad Media continuó su uso como conservador de los alimentos y partir de los siglos XVI y XVII en preparados farmacéuticos y cosméticos.

Tanto las ramas como las pequeñas hojas se emplean en la cocina, con un aroma enormemente característico. Al igual que el romero, destaca por sus propiedades digestivas y va muy bien en casos de empacho. También es una hierba interesante para las vías respiratorias, con propiedades antisépticas, expectorantes y antibacterianas.

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