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Raquel Casas Huertas. Terapeuta Ocupacional de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Madrid (ADEMM)

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad neurodegenerativa y autoinmune que afecta al sistema nervioso central (cerebro y médula espinal), su origen aún es desconocido aunque sabemos que existen factores genéticos y ambientales que activan el sistema inmunológico que ataca la vaina de mielina que recubre las fibras nerviosas. Las zonas donde la mielina es destruida, aparecen placas de tejido endurecido (esclerosis), que pueden obstruir parcial o totalmente los impulsos nerviosos, dando lugar a los síntomas visibles, dependiendo del área del sistema nervioso central afectada.

La enfermedad presenta varias formas de evolución; por brotes o de forma progresiva. Los tratamientos se centran en modificar el curso de la enfermedad o paliar ciertos síntomas, y debe estar complementada con tratamiento rehabilitador para conseguir una mejor calidad de vida.

Los síntomas y el curso de la enfermedad son diferentes en cada persona, siendo conocida como la enfermedad de las mil caras. Los síntomas más frecuentes son: fatiga, trastornos del equilibrio, hormigueos, trastornos sensitivos, neuritis óptica, trastornos del habla, temblores, espasticidad, rigidez, debilidad y/o parálisis de los miembros, alteraciones urológicas, alteraciones cognitivas, etc.

En el curso de la enfermedad es importante el papel del autocuidado, siendo un factor clave en la evolución de la enfermedad aspectos como; la autobservación, la adherencia al tratamiento, los hábitos y una alimentación saludable, la actividad física y el bienestar social y emocional.

Si nos centramos en los aspectos de hábitos y alimentación saludable para influir positivamente en el curso de la enfermedad, al margen de recomendaciones dietéticas generales, una dieta baja en grasas saturadas y rica en fibras es la base de una buena salud, tanto para las personas afectadas de EM como para la población general. Los alimentos como las frutas, las verduras, las nueces y las semillas proporcionan al cuerpo la energía que necesita. La ingesta de agua debe tenerse en cuenta ya que la deshidratación puede suponer un aumento de la fatiga y el estreñimiento, síntomas frecuentes entre los afectados de esclerosis múltiple. Para prevenirla, es necesario beber unos dos litros de agua al día. La sensibilidad al calor es otro síntoma común de la EM. Las duchas de agua caliente, el deporte o las altas temperaturas en verano pueden provocar aumento de la sintomatología de las personas afectadas de EM. Una hidratación correcta permite al cuerpo enfriarse a través de la transpiración.

Cuando la fatiga aparece, ponerse a cocinar es lo que menos apetece. Por esta razón, es una buena idea encontrar un día a la semana en que nos sintamos con más energía y dedicarlo a preparar comida casera para los próximos siete días: cocidos, pescados al horno, purés de verduras o batidos de frutas. Este tipo de platos requieren más tiempo y pueden congelarse o dejarse en el frigorífico. Otra opción es preparar con antelación aquello que requiera más tiempo como pelar y cortar verduras y tenerlo listo para cocinar en cualquier momento y no caer en los platos precocinados y poder mantener una alimentación sana.

En la actualidad existen complementos alimenticios que pueden ayudar en la EM para complementar la medicación, siempre bajo supervisión médica.

A nivel de sistema digestivo, se ha comprobado el papel que ejerce la flora intestinal en la modulación inmunológica. La microbiota forma parte del desarrollo y la función del sistema inmunológico desde el nacimiento. Actualmente se cree que un desajuste entre microbiota y sistema inmune, puede originar o empeorar algunas de las enfermedades autoinmunes. Todo ello está influenciado por la alimentación que puede favorecer o empeorar esa microbiota y además existen medicamentos probióticos que ayudan a al equilibrio de nuestra flora intestinal. Actualmente existen varias líneas de investigación al respecto.

La deficiencia de vitamina D aumenta la actividad de las células B en pacientes con esclerosis múltiple, según diversos estudios. Podemos pensar que la suplementación con vitamina D podría tener un papel modificador de la enfermedad. Siempre y cuando los análisis muestren unos niveles inferiores en dicha vitamina, los niveles normales son de 30 ng/ml en sangre, ya que no debemos olvidar que el exceso es tan nocivo como el defecto.

La cúrcuma, con sus efectos antiinflamatorios y neuroprotectores, hace pensar que su uso podría beneficiar en los síntomas de dicha enfermedad. Un estudio de 2007, publicado en la revista “Avances en Medicina y Biología Experimental” encontró que la curcumina ayudaba a tratar los síntomas de la esclerosis múltiple mediante la regulación de las citoquinas inflamatorias. Actualmente existen estudios que se centran en su uso como protector fisiopatológico en esclerosis múltiple.

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